Su niñez transcurrió entre la escuela, la finca veraniega de sus padres en El Cerro “Pintao”, y el Barrio Cafetal, donde nació. El cielo vital del artista juvenil es efímero pero productivo, y se circunscribe a la etapa que comprende de la adolescencia a la madurez físico-mental. Extrovertido y precoz, parecía que lo había vivido todo, pero era sólo apariencias, pues estaba exento de malicia y se desenvolvía inocentemente en forma espontánea y natural. En el arte de la música vallenata se le describe como un genio. Conocedor profundo de la evolución técnica de los acordeones, ejecutaba a la perfección los intrumentos G.C.F., cinco letras, y A.D.G., en los cuales llegó a interpretar con suficiencia las tonalidades naturales.
Su personalidad y alegría desbordantes se destacaban en los sitios que visitaba y su carisma contagiaba a todas las personas que se acercaban para tocarlo, saludarlo o expresarle su admiración. A pesar de pertenecer a una dinastía respetable en el folclor vallenato Héctor Arturo Zuleta Díaz llega al estrellato por sus propios medios, después de intervenir como cajero en el grupo de su hermano Mario (QEPD), a quien acompaña por corto tiempo e interviene en su primera grabación; posteriormente integra a la agrupación de Oscar Negrete y Alberto Ariño, como encargado de la tumbadora. El aprendizaje sigue su marcha y se vincula luego al grupo artístico que dirigen Miguel López y el cantante Gustavo Bula, quienes además llevan al acetato algunos cantos.
Su insistencia por aprender el oficio de músico lo llevó a sacarle melodía a toda clase de

Su ingenio musical brotó espontáneo y un cúmulo de notas prodigiosas, melodías autóctonas e inspiración fecunda, lograron consolidar su grandeza. Héctor Arturo, un superdotado, explotó sus méritos superlativos en la proyección del arte que lo hizo conocer. Su compañero de formula más reconocido y con quien quizás tuvo más éxito fue Adanes Díaz, un excelso cantante Guajiro que se despidió del mundo cuando sufrió un grave accidente en la vía que comunica a Riohacha con Santa Marta tan solo 6 meses después de la penosa muerte de Hector Zuleta.
Nuestro paisano tocaba el acordeón con suficiente propiedad, componía canciones con gran calado sentimental y era un verseador invencible; su mente recursiva producía versos con espontánea rapidez y dentro de la tradición folclórica del vallenato era considerado un auténtico parrandero, porque además era muy chistoso y ocurrente, tenía un sentido único del respeto por sus colegas y dispensaba un trato muy humanitario para sus semejantes. Muy joven inicia su obra como autor de música vallenata, con un homenaje póstumo que le tributó a su difunta abuela, la matrona Sara Baquero.
Fragmentos canción “El Difunto Trovador”.
Era preciso que pasarán muchos años
para que el tiempo demostrara que hoy por hoy,
nadie ha superado a Héctor,
nadie ha tenido el talento
del difunto trovador.
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